viernes, 16 de marzo de 2012

PERFIL DEL DOCENTE EN EDUCACIÓN ESPECIAL


El educador, como continuador de la labor educativa de los padres de familia, asume totalmente la responsabilidad de ayudar a los alumnos en su formación integral, en todas sus dimensiones o posibilidades. Según nos indica San Agustín, más que enseñar, su función es, sobre todo, facilitar el aprendizaje a los alumnos; su meta no es la transmisión de ideas, sino la oferta y promoción de ideales, valores y actitudes; es un condiscípulo, un compañero de búsqueda; su mejor lección es el ejemplo y su autoridad es, principalmente, de contagio y de prestigio; no debe tratar a todos por igual, sino a cada uno según su necesidad. El perfil del educador agustiniano es el siguiente:

Es un “Ministro” –servidor- no un “maestro”. El verdadero Maestro es la Verdad -Dios mismo- que habla desde dentro -Maestro interior.

Usa el amor como motivador del aprendizaje. Si no hay amor a los alumnos, ni se puede producir el aprendizaje, ni mucho menos el hecho educativo.

La función primordial del educador es facilitar, despejar el camino del encuentro entre el alumno y la Verdad,
ejerciendo para ello un doble ministerio: acercar la Verdad al alumno y acercar el alumno a la Verdad.

Su meta no es la información-conocimiento, sino la formación-sabiduría. No la transmisión de ideas -como datos- sino la oferta y promoción de ideales, como actitudes vitales.

Es fundamentalmente un condiscípulo, un compañero de búsqueda. El Colegio es una gran familia, competente y cooperativa, en donde el diálogo, la interacción y el compartir se constituyen en elementos connaturales del proceso educativo.

En tanto es buen Maestro en cuanto sigue siendo un buen alumno; vive su profesión como una vocación en constante afán de superación. De ahí, que permanentemente esté invitado a actualizarse, a integrarse en la formación permanente.

Su mejor lección es el buen ejemplo. Y su autoridad es, principalmente, de contagio y de prestigio.

Su misión no es anónima, sino personal, personalizada y personalizadora. La educación es para las personas, con nombres y apellidos, con virtudes y defectos, con necesidades y valores. Debe potenciar potenciar las diferencias entre los alumnos, pero en clave de unidad y comunión, en clave de justa proporción: no a todos igual, sino a cada cual según sus necesidades y según sus méritos.

Necesita un gran equilibrio en el ejercicio de su ministerio. La educación es un proyecto en proceso en que se va desde el imponer al proponer y desde el proponer al exponer. De la disciplina al orden y desde el orden a la paz y al amor.

Su mundo de referencias esenciales tiene las siguientes coordenadas:

Interioridad:
La Verdad reside en el hombre interior. Educar es “sacar a la luz”, “ayudar a dar luz”, “recordar ,“iluminar”.

Comunión: Necesitamos de los demás para ser nosotros mismos. La Verdad no es mía ni tuya para que pueda ser tuya y mía. Un alma sola y un solo corazón hacia Dios.

Trascendencia: El ideal está siempre más allá. El corazón del hombre estará inquieto hasta lograr saciar su sed de realización y felicidad personal.

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